-
Sostengo -dijo Andrés Stuart- que la probabilidad está en favor del ladrón, que no
puede dejar de ser un hombre sagaz.
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¡Quita allá! -respondió Gualterio Ralph--. Sólo hay un país en donde pueda refugiarse.
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¡Tendría que verse!
-
¿Y adónde queréis que vaya?
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No lo sé -respondió Andrés Stuart-, pero me parece que la Tierra es muy grande.
-
Antes sí lo era... - dijo a media voz Phileas Fogg; añadiendo después y presentando las
cartas a Tomás Flanagan. - A vos os toca cortar.
La discusión se suspendió durante el robo. Pero no tardó en proseguirla Andrés Stuart,
diciendo:
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¡Cómo que antes! ¿Acaso la Tierra ha disminuido?
-
Sin duda que sí - respondió Gualterio Ralph-. Opino como míster Fogg. La Tierra ha
disminuido, puesto que se recorre hoy diez veces más aprisa que hace cien años. Y esto es
lo que, en el caso de que nos ocupamos, hará que las pesquisas sean más rápidas. Y que el ladrón se escape con más facilidad.
-
Os toca jugar a vos -dijo Phi leas Fogg-.
Pero el incrédulo Stuart no estaba convencido, y dijo al concluirse la partida:
-
Hay que reconocer que habéis encontrado un chistoso modo de decir que la Tierra se ha empequeñecido. De modo que ahora se le da vuelta en tres meses...
-
En ochenta días tan sólo -dijo Phileas Fogg.
(…)
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Teóricamente tenéis razón, señor Fogg; pero en la práctica...
-
En la práctica también, señor Stuart.
-
Quisiera verlo.
-
Sólo depende de vos. Partamos juntos.
-
¡Libreme Dios! Pero bien, apostaría cuatro mil libras a que semejante viaje, hecho con
esas condiciones, es imposible.
-
Muy posible, por el contrario -respondió Fogg.
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Pues bien, hacedio.
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¿La vuelta al mundo en ochenta días?
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Sí.
-
No hay inconveniente.
-
¿Cuándo?
-
En seguida. Os prevengo solamente que lo haré a vuestra costa.
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¡Es una locura! -Exclamó Andrés Stuart, que empezaba a resentirse por la insistencia de su compañero de juego. - Más vale que sigamos jugando.
-
Entonces, volved a dar, porque lo habéis hecho mal.
Andrés Stuart recogió otra vez las cartas con mano febril, y de repente, dejándolas sobre la
mesa, dijo:
-
Pues bien, sí, mister Fogg, apuesto cuatro mil libras...
-
Mi querido Stuart dijo Fallentin, calmaos. Esto no es formal.
-
Cuando dije que apuesto respondió Stuart: es en formalidad.
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Aceptado- dijo Fogg: y luego, volviéndose hacia sus compañeros, añadió - Tengo
veinte mil libras depositadas en casa de Baring hermanos. De buena gana las arriesgaría.
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¡Veinte mil libras! -Exclamó John Suilivan.- ¡Veinte mil libras, que cualquier tardanza
imprevista os puede hacer perder!
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No existe lo imprevisto respondió sencilla-mente Phileas Fogg.