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Viaje al Centro de la Tierra

En mayo de 1863 el profesor Lidenbrock logró descifrar un criptograma en caracteres rúnicos. Era un mensaje del alquimista islandés Arne Saknussemm, quien afirmaba haber llegado al centro de la Tierra. El profesor Lidenbrock embarcaba a su sobrino en este imposible viaje…

        “- Veamos –dije -. Reconozco forzosamente que la frase de Saknussemm está clara y no ofrece la menor duda. Admito incluso que el documento tenga un aire de perfecta autenticidad. El sabio bajó al fondo del Sneffels; vio la sombra del Scartaris acariciar los bordes del cráter antes de las calendas de Julio; incluso oyó contar en las leyendas de su tiempo que ese cráter llegaba al centro de la Tierra; pero en cuanto a haber llegado él mismo, en cuanto a haber hecho el viaje y haber regresado, si es que lo emprendió, ¡no y mil veces no!

  • ¿Y por qué razón?- dijo mi tío con un tono particularmente burlón.

  •  ¡Todas las teorías de la ciencia demuestran semejante empresa impracticable!

  • ¿Todas las teorías dicen eso? –respondió el profesor tomando un aire bonachón-. ¡Ah, qué teorías más feas! ¡Sí que van a darnos guerra esas pobres teorías!

Vi que estaba burlándose de mí, pero continué a pesar de todo:

        - ¡Sí! Es perfectamente conocido que el calor aumenta aproximadamente un grado por cada sesenta pies de profundidad bajo la superficie del globo. Por tanto, admitiendo esta proporcionalidad constante y dado que el radio terrestre tiene mil quinientas leguas, en el centro existe una temperatura que sobrepasa los doscientos mil grados. Las materias del interior de la tierra se encuentran, pues, en estado de gas incandescente, ya que los metales, el oro, el platino, las rocas más duras no resisten semejante calor. ¡Por ello tengo derecho a preguntar si existe la posibilidad de penetrar tal lugar!

(…)

        -Pues bien, Humphry Davy vino a verme a su paso por Hamburgo. Discutimos largo tiempo, entre otras cuestiones, la hipótesis de la liquidez del núcleo de la tierra. Los dos estábamos de acuerdo en que esa liquidez no podía existir por una razón a la que la ciencia jamás ha encontrado respuesta.

       - ¿Cuál?- dije un poco extrañado.

        - ¡Pues que esa masa líquida estaría sometida, como el océano, a la atracción de la luna, y consecuentemente, dos veces por día, se producirían mareas interiores que, elevando la corteza terrestre, darían lugar a temblores de tierra periódicos!”

¿Cómo terminó el viaje?

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